5 de septiembre de 2009

Gorda

El recuerdo de tus palabras se clavan en mis pulmones con fuerza, haciendo que me cueste respirar con facilidad, el aire se corta en mi garganta y me hace sangrar.
Yo te quiero, ¿sabes? Te quiero mucho, siempre lo hice, y nunca pensé que el sentimiento no fuese recíproco. ¡Yo no recibía amor, y no lo sabía! Cada poro de mi piel estaba enamorado de tus ojos verdes, de tu pelo amarillo limón, de tu sonrisa traviesa y ladeada. Tus manos acariciando las mías era un regalo de Dios, ese Dios en el que nunca creí y al que ahora rezo todas las noches.
¿Qué me llamaste la última vez que nos vimos, con el fuego de la chimenea iluminando nuestros ojos en el salón de tu casa, gorda; realmente me llamaste gorda?
Pues, felicidades, cariño, ahora estoy saliendo por la puerta de un centro clínico contra la anorexia y al bulimia. Me tiré un año de mi vida ahí dentro.
Y creo que ya no estoy gorda.

1 comentario:

  1. nunca lo estuviste en realidad.
    Las cosas sons psicologicas siempre.

    Me gusta mucho como escribes pequeña.

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