14 de diciembre de 2009

Hoy no hay texto.

Bien, bien, bien. Lo primero que tengo que decir es que me siento rara al escribir en este cuadro de texto de nuevo después de tanto tiempo, rara y extraña. No he tenido tiempo ni para pasarme a leer los nuevos comentarios que he recibido (gracias, me ha encantado encontrarme a mí misma sonriendo delante de la pantalla como una tonta, por muy ridícula que parezca) y después de días y días de exámenes a todas las santas horas, fines de semana sin dormir y viviendo a base de cafeína, teína y nicotina creo que puedo decir que el martes todo esto acaba, sólo me quedan tres exámenes por delante y por fin conseguiré ser libre. Y esto volverá a la vida que aún no ha tenido pero pretendía que tuviese cuando lo creé gracias a la ayuda de Yaiza (Keiko, no te rías de su nombre, Kiwichín). Qué decir... Lo poco que sabía de cómo se utilizaba el blog se me ha olvidado ya, así que el miércoles (de la semana que viene, quiero decir) intentaré pasarme por aquí, reaprender lo olvidado y aprender lo nuevo e intentaré contestar comentarios (o lo que sea que se haga aquí, porque no tengo ni idea, lo que se dice cero, vamos, que tengo el cabezo más vacío que una piedra xD). De momento sólo puedo mandaros un beso muy grande a las "lectoras" (no sé ni cómo llamaros, id pensando motes xD), a los curiosos y a los transeúntes que pasean por páginas web y que se topen con este blog.
Gracias por todo.

10 de septiembre de 2009

Amor de Internet

Hoy en clase de Religión (obligatoria, tú ya sabes que soy atea y en lo único que creo es en los seres humanos y en su capacidad de obrar el bien, el mal y de actuar acorde con sus emociones y sentimientos) el profesor se me quedó mirando y me dijo "¿tú crees que te puedes enamorar de alguien a través de la pantalla de tu ordenador?".
Me encontré abriendo la boca para contestar cuando un rotundo no me golpeó en la cara, proveniente de las gargantas de todos los alumnos que me rodeaban.
Tú y yo nos conocimos por Internet. Tenías un blog en el que colgabas fotos de grupos que te gustaban y artículos de revistas que te llamaban la atención. Yo, simplemente, lo usaba para desahogarme un poco, contar mi día a día e insultar un poco a mi padre. Lo sigo odiando, a pesar de que el cáncer se lo haya llevado. Y sí, sé que me lo estás preguntando a la vez que lees esto.
Pero tengo que confesarte una cosa; me enamoré de ti gracias a Internet, ya cuando empezamos a chatear sentí que eras especial, que no te quedarías en una relación nick-comentario-respuesta. Me llamaba la atención tu forma de expresarte, podía oírte reír desde mi estudio cuando me escribías una sonrisa entre letras, incluso llegué a sentir tus lágrimas acariciando mis mejillas en varias ocasiones. Tu mirada triste, tu sonrisa ladeada y los mechones de tu pelo color miel descolocados estaban presentes en mí cada segundo del día.
Nos conocimos por Internet, nos enamoramos y, finalmente, nos llegamos a ver en varias ocasiones. Sí, estábamos enamorados.
Hoy en clase de Religión el profesor se me quedó mirando y me dijo "¿tú crees que te puedes enamorar de alguien a través de la pantalla de tu ordenador?".
-No -dije traspuesta-, no lo creo. Nunca sale bien.
Dime... ¿Mi padre está contigo ahí al lado? ¿Lo estáis leyendo todo los dos juntos?

6 de septiembre de 2009

Tú no

No supe cómo reaccionar.
Toda mi reacción fue darle un corto abrazo a ese cuerpo que se había quedado frío, tieso, bloqueado, luchando contra la información que me acababa de dar. Y entonces, no luché por comprender lo que había sucedido.
Una sola pregunta inundaba mi cerebro, bloqueando el resto de mis pensamientos.
Me forcé a ser racional, práctica, porque sabía que ella ya cubría, y con creces, la parte emocional. Luché para que mi seca garganta pronunciara unas palabras lógicas, que arrojaran un poco de luz en sus ojos, que me miraban temblando.
El tiempo pasaba, y yo tenía que irme.
No tuve tiempo de abrazarla durante horas, de decirle todo lo que sentía, de protegerla y dejarla llorar, gritar, reír o lo que necesitase.
Solo podía intentar mantenerme tranquila, y mantener a raya la única pregunta que martilleaba mi cabeza:
¿Por qué a ella?

¿Sabes? Hoy, realmente, he comprendido que la sociedad es INJUSTA. No mereces que te pase esto. Tú no.
Y aunque la vida avance inexorablemente, y no podamos luchar contra ella, quiero que sepas que yo siempre estaré ahí. Porque te lo mereces.

5 de septiembre de 2009

Gorda

El recuerdo de tus palabras se clavan en mis pulmones con fuerza, haciendo que me cueste respirar con facilidad, el aire se corta en mi garganta y me hace sangrar.
Yo te quiero, ¿sabes? Te quiero mucho, siempre lo hice, y nunca pensé que el sentimiento no fuese recíproco. ¡Yo no recibía amor, y no lo sabía! Cada poro de mi piel estaba enamorado de tus ojos verdes, de tu pelo amarillo limón, de tu sonrisa traviesa y ladeada. Tus manos acariciando las mías era un regalo de Dios, ese Dios en el que nunca creí y al que ahora rezo todas las noches.
¿Qué me llamaste la última vez que nos vimos, con el fuego de la chimenea iluminando nuestros ojos en el salón de tu casa, gorda; realmente me llamaste gorda?
Pues, felicidades, cariño, ahora estoy saliendo por la puerta de un centro clínico contra la anorexia y al bulimia. Me tiré un año de mi vida ahí dentro.
Y creo que ya no estoy gorda.

3 de septiembre de 2009

Te perdiste en ese mar...

Hoy estuve en la playa, con ese bikini negro que tanto adorabas y unos libros en alemán encima de las rodillas. Nos sentamos justo en la orilla, tal y como lo hacíamos tú y yo. Las olas rotas engullían nuestros pies y Sophie me gritaba entre risas que me metiese en el mar con ella.
Yo no podía dejar de leer, intentando no pensar que el único que conseguía que me metiese en el mar, entre las olas, eras tú. Y el brillo de tu mirada era más grande que el del sol...

2 de septiembre de 2009

Muerta en vida

Te echas a reír y te cuesta sobremanera. Miras los ojos que te observan con curiosidad a centímetros de los tuyos, como analizando tu reacción, e intentas sonreír, pero ya no te sale. Has gastado toda la alegría que tenías acumulada en lo más hondo de tu alma en esa carcajada tan ensayada durante años.
Sientes cómo todo lo que te rodea puede llegar a ser tan irónico. Sarcástico.
Los árboles, las briznas de hierba y las gotas de agua que se pegan a tu piel se ríen de ti, lo han estado haciendo todo el rato y no te has dado ni cuenta.
¿Qué ocurre?, quieres decir, pero tienes los labios secos y te duele al moverlos, por lo que tu boca enmudece. Las palabras se han quedado atascadas en tu garganta, pero no te esfuerzas por soltarlas.
No ocurre nada.
Intentas creerlo con toda la fuerza de tu interior, pero sabes que algo está sucediendo.
Te mueres, sin notarlo, sin saberlo, pero te mueres. La vida se va escapando en ese último aliento. Y no te das cuenta hasta que sientes cómo la velocidad de tu corazón disminuye.
Nunca habías imaginado cómo sería esa sensación; un horrror tan profundo como que tus pulmones ya no guardan aire en su interior.
Estás muerta; te han quitado el alma. No podrás exhalar tu último halo de vida, por mucho que no lo entiendas, porque ya te la habían quitado hace mucho tiempo. Te has vuelto a morir.